domingo, 1 de abril de 2012

CORTO MALTES

Como el blanco albatros sobre la monótona respiración del Pacífico, así vagando y vagando por vagar, va el velero del verdadero marino”. Hugo Pratt revela así, en el final de “La balada del mar salado” el sentido del vagabundeo de Corto Maltés.

Decía Pratt en una entrevista en la que le preguntaban por los viajes y aventuras de su personaje más famoso: “Soy un escritor. Un tipo que hace literatura. Un fantasioso. Salvo que la manera que yo tengo de escribir es dibujando”.

Hace mucho tiempo que quiero escribir sobre Corto Maltés. Lo voy dejando, nunca me parece el momento oportuno para algo tan importante. Debo reunir acuarelas del marino que me inspiren, completar su biografía y hazañas en mi mente… Va pasando el tiempo y el mar se queja: -¡Hazlo ya! No es el miedo a la hoja en blanco lo que me invade, es el miedo a que, donde quiera que esté, el marino lea este artículo y no le guste.

Desde que cayó en mis manos hace años “La Fábula de Venecia”, y descubrí al personaje creado por Hugo Pratt, he padecido la agradable enfermedad de querer saber más sobre el marino de Malta. Sus aventuras, sus viajes, sus amores, en definitiva, todo lo que gira alrededor de un personaje tan carismático y osado que, cuando en cierta ocasión le preguntaron si esa suerte de la que presumía duraría siempre contestó: “Naturalmente, cuando era niño me di cuenta de que me faltaba en la mano la línea de la fortuna. Entonces cogí la navaja de afeitar de mi padre, y ¡zas!... me hice una a mi gusto.

Cuando leí “La balada del mar salado” pensé que quizás en el futuro podría conocer a Corto Maltés. Que me encontraría con él durante algún viaje, en un muelle lejano, le daría un fuerte apretón de manos y le pediría que volviese a dar señales de vida tan pronto como le fuese posible. Le diría que todos sus seguidores aún tenemos necesidad de él, de sus palabras y de sus silencios. Corto sonreiría, sin prometerme nada, echando al hombro su petate de marino y se alejaría para desaparecer en el horizonte a bordo de su bergantín.

A veces vuelve a mi mente este pensamiento juvenil y entonces pienso que aún es posible, que quizás el hombre con el uniforme de ningún cuerpo de marina puede aparecer en cualquier momento. Invitándonos a todos aquellos que tanto lo echamos de menos a subir en su velero, poniendo rumbo hacia mar abierto, dando inicio a otro viaje maravilloso, desde Europa a las Américas o desde África hacia los Mares del Sur, conociendo a personajes ambiguos que oscilan entre el héroe y el bandido.

Las historias de Corto Maltés no se leen para pasar el rato. Es una inmersión total hacia el ensimismamiento de sus lugares y sus personajes. Por eso Corto Maltés no tiene lectores, sino seguidores apasionados de sus aventuras. O se le ama o se le ignora.

No es una diversión ni un pasatiempo, es mucho más. Sus viñetas sirven de introducción. Son la chispa que hace saltar la búsqueda de un recorrido que cada cual construye por sí mismo, con sus propias experiencias, sueños y esperanzas.

Buscad al marino, leed una de sus historias y quedaréis atrapados en sus sueños, en sus aventuras…

Ya nunca podréis salir de ellas, pero merecerá la pena. Os lo aseguro.


Paco Linares Micó