lunes, 31 de diciembre de 2012

AUGUST STRINDBERG


1907 fue un año clave para el desarrollo de las vanguardias artísticas; fue el año en que Picasso pintó Las señoritas de Aviñón, el cuadro que dio el pistoletazo de salida al cubismo, un movimiento revolucionario que forzaba los límites de arte de la pintura en un intento de incorporar a este medio elementos que le habían sido completamente ajenos hasta entonces: el tiempo y la descomposición del espacio.  Las nuevas ideas y exploraciones artísticas se sucedían unas a otras y en ocasiones se solapaban.  Irán apareciendo grandes nombres, grandes acontecimientos.  


Strindberg. Staden (La ciudad). 1903.

Llegada la segunda mitad del siglo XX, la capital mundial del arte, París, pasará a Nueva York, dónde aparecerán nuevas figuras que se adueñarán del panorama artístico.  Aún así, las cosas no son tan fáciles, no acaba un movimiento artístico y empieza el siguiente de un año para otro. Ni el epicentro del arte y sus creadores pasan de una ciudad a otra por motivos simples. Muchos de estos cambios obedecen  a motivos económicos, políticos o de otras índoles en los que no entraremos ahora, aunque para quien quiera conocer más sobre esta relación entre el arte y la política recomiendo la Sucinta historia del Arte Contemporáneo europeo, escrita por Javier Maderuelo. Del mismo modo que suelen ser los vencedores los que escriben la historia, con el arte suele ocurrir algo parecido y en los manuales solo aparecen los artistas que estuvieron en el sitio adecuado en el momento adecuado.  Con ello no trato, ni mucho menos de quitar méritos y reconocerles su lugar en la historia: Matisse, Kandinsky, Picasso, Duchamp, Dalí, Miró… años después  Willem de Kooning, Jackson Pollock o Mark Rothko. Sin lugar a dudas y dejando a muchos sin nombrar porqué es imposible mentarlos a todos, éstos han sido algunos de los artistas más importantes que ha dado el siglo XX. Genios creadores que abrieron en su momento el camino a  eso que hoy entendemos como arte contemporáneo.

2012 ha sido un año lleno de descubrimientos y aprendizaje para mí, en lo personal y en lo profesional. Por ello mi eterno agradecimiento a todos aquellos que ya sabéis que os debo tanto y a los que no, también, gracias mil a todo el que lea este artículo y consiga descubrir, como lo hice yo en su momento,  un nuevo portento artístico: August Strindberg (1848-1912).  Su obra es mi regalo para quien la quiera disfrutar, como despedida del año que acaba y  como inicio del que llega.
August Strindberg fue un reconocido escritor y dramaturgo sueco. No falta verdad en estas palabras, pero no fue ésta, al menos para quien escribe estas líneas, su faceta más destacable: August Strinberg fue todo esto y mucho más, y sobre todo un gran pintor. 

Strindberg. La noche de los celos, 1893

Esta excelente obra, realizada en 1893, nos permite comprobar sin ningún tipo de duda el excesivo adelanto a su tiempo por parte de Strindberg. En ocasiones, estos adelantos artísticos a la linealidad y ordenamiento de la historia del arte se suelen pagar con la marginación o con la no mención del artista en cuestión en los libros y manuales. Pero para eso está este blog, o al menos para intentarlo, y situar a este gran artista en su lugar correspondiente.
En los últimos años del s.XIX y los primeros del XX,  mientras Matisse, Derain y otros salvajes del color dan lugar al Fauvismo, August Strindberg iba más allá, sumergiéndose con todas las consecuencias posibles en una nueva pintura expresionista. Repetía insistentemente una misma composición en muchas de sus pinturas; formatos verticales en los que representa lo que parece ser un paisaje con un punto de vista muy bajo, de manera que al menos dos tercios del mismo corresponden al cielo. 

Strindberg. Packis i stranden (Bancos de hielo en la playa), 1892

Todo el perímetro del cuadro está invadido de lo que solo podemos interpretar como una masa vegetal que encuadra el paisaje, creando así una sensación de visión desde el interior de un bosque, o la vista desde el interior de una cueva hacia una explanada o hacia el mar. Estas primeras pinturas recuerdan a las obras más célebres de uno de los grandes genios de las vanguardias del siglo XX, Mark Rothko, perteneciente al igual que Pollock a la Escuela de Nueva York.

Mark Rothko. No 1. Royal Red and blue. 1954.

Después de un lento y tortuoso camino pictórico, Mark Rothko desembocó en las últimas décadas de su vida, en una serie de pinturas de composiciones reiteradas en las que varios rectángulos horizontales flotan irradiando color y ocupando casi toda la superficie de grandes lienzos verticales. 

Mark Rothko. Orange and Yellow. 1956


Estas composiciones producen una sensación de vacío en la superficie del lienzo, forzando la escasa acción pictórica a ocupar solo el perímetro de la pintura. Realizadas medio siglo después, estas composiciones de Rothko recuerdan intensamente a las de Strindberg en los años del cambio de siglo XIX al XX (Infierno, La caverna, Otoño amarillo…) y producen en el espectador un efecto similar; Strindberg se debate entre el paisajismo romántico y la aún poco menos que impensable abstracción, mientras Rothko, medio siglo más tarde, se niega a ser encasillado como un simple pintor abstracto, huyendo del potencial de frivolidad que puede tener este tipo de pintura.

Strindberg, Inferno 1901.

Tanto en Strindberg como en Rothko hay algo más, ese algo indefinible que diferencia el gran Arte del arte ordinario. Con estas pinturas que llenan los lienzos de vacío y obligan a lo pintado a ocupar solamente su perímetro, los dos artistas parecen apelar, de una manera más intuitiva que racional o científica a algunas características  de la propia visualidad.

Es difícil negarse a ver en estas pinturas de Strindberg una obra de intención puramente abstracta; de hecho, cuanta más atención se presta a las supuestas formas vegetales que circulan en el cuadro, menos las percibimos como vegetales. En Otoño amarillo, Strindberg no ha hecho el más mínimo esfuerzo para que esas formas parezcan hojas o ramas, son simplemente espatulazos de color que desprende la vivacidad y la energía necesarias para dinamizar los límites y crear un rotundo contraste con los silenciosos capos de color que ocupan el centro del cuadro, y que pueden interpretarse, o no, como el cielo y el suelo de un paisaje.


Strindberg. Otoño amarillo.


Con sus pinturas, Strindberg y Rothko nos están hablando del propio hecho de mirar, y parece que nos quisieran presentar el material del que está hecha la visualidad en su estado puro; antes de ser convertido en inteligencia. La insistencia en que los cuadros estén dominados por el silencio con la sola excepción del perímetro lleva nuestra atención a los límites de nuestro propio campo visual.



Strindberg. Solnedgäng (Puesta de sol), 1892


A diferencia del retángulo del cuadro, nuestro campo visual no acaba repentinamente con ángulos rectos; nuestro campo visual es la suma de los campos visuales que se funden de manera casi inapreciable y que acaba con unos límites que no somos capaces de situar ni definir. Rothko con sus obras de madurez y Strindberg mucho antes parecen quere poner de relieve este misterio, como ya hemos visto en ocasiones es capaz de hacernos levitar en nuestro pensamiento y abstraernos a un eslabón más profundo del conocimiento.

August Strindberg. Stocolmo 1849-1912



Paco Linares Micó